3 horas y 15 minutos, 11 álbumes, 44 canciones y 19 años de música. En principio, esta es la receta para la gira más grande de la historia de la industria musical, capaz de sobrepasar a cualquiera hecha por los Beatles, Michael Jackson o Beyoncé. En mayo de 2024 hizo su paso por España. Vendió dos estadios Santiago Bernabéu completos en menos de dos horas cada uno.
Una gira para cuyos conciertos los fans de Argentina estuvieron dispuestos a acampar durante meses para conseguir los mejores puestos en la pista. Una gira para la que miles de personas han viajado, como si se tratara de un peregrinaje, porque no alcanzaron entradas en sus ciudades de origen.
Una gira, según Billboard, capaz de recaudar casi 900 millones de dólares en solo en su primer año, y de generar 5.700 millones de dólares en Estados Unidos en 2023. Sí, esa es la receta para la gira más grande de la historia. Aunque aún le falta un ingrediente: Taylor Alison Swift, el corazón de “The Eras Tour”. La única capaz de semejante cosa.
Taylor Swift lleva toda su vida trabajando para eso. Treinta y cuatro años en preparación. Así, tal cual. No es solo que esta gira sea el culmen de su carrera, sino que es el culmen de su vida misma, tal como se presenta al público. Solo Swift podría encabezar este fenómeno cultural, económico y político sin precedentes, y no es casualidad. Ella no es solo una cantante, ni una empresaria brillante. No se puede entender lo que verdaderamente representa sin tener en cuenta la relación con sus fans, la interconectividad entre su vida y su arte, su feminismo y activismo político, sus peleas con la industria musical y su storytelling.
Desde los 16 años
Swift empezó a cantar y a escribir canciones desde muy pequeña. Creció en Pensilvania, en una granja de árboles de Navidad. Su primer álbum, titulado “Taylor Swift” (los fans lo conocen como “Debut”) se publicó cuando apenas tenía 16 años. Para ese entonces, ya se había presentado como telonera en varios conciertos de sus cantantes favoritos de country, como Tim McGraw.
Todas sus canciones eran confesionales, daba gracias a Dios al ganar sus premios, nunca hablaba de política; su música hablaba de su experiencia como una adolescente que iba a secundaria en el sur de Estados Unidos, nada más. Entonces, eso era inconcebible. Nadie se había percatado del valor que podía tener la historia de una niña común y corriente, el valor de la autenticidad. En cambio, las grandes estrellas del pop adolescente eran también las mismas que protagonizaban los shows más populares de Disney Channel, y se presentaban no como sí mismas, sino como sus personajes. Miley Cyrus no era Miley Cyrus, sino que era Hannah Montana. Taylor Swift, en cambio, era Taylor Swift; una chica que perfectamente podría ser la mejor amiga de quienes escuchaban su música.
Así empezó su historia de amor con sus fans. Ellos nunca la han visto como una desconocida, y mucho menos como una celebridad inalcanzable. En cierto sentido, tienen razón. No solo casi conocen toda su vida, gracias a las letras de sus canciones, sino que muchos de ellos han interactuado con ella en redes sociales directamente.
Una fan de sus fans
Swift nunca utilizó sus perfiles como las otras celebridades, nunca los utilizó como una plataforma para promocionar su música o afianzar su imagen como artista, sino que las usaba como una fan más. Una fan de sus fans. La que les agradecía individualmente, mencionándolos con su nombre.
Discutía con ellos teorías sobre su música, hacía parte de los chistes de los swifties y, en varias ocasiones, invitó a unos cuantos a su casa para que escucharan sus nuevos álbumes antes que el resto del público y, a otros, les envió galletas de Navidad. Aquellos que no tuvieron la suerte de ser parte de alguna de estas quedadas igual tenían la posibilidad de comunicarse con ella a través de su música, y los mensajes secretos que les dejaba (conocidos como “Easter eggs”). Para ellos la relación nunca ha sido parasocial (unilateral de parte de los fans), sino siempre recíproca.
“Femme fatale” o ideal femenino
Quienes escuchaban su música, no lo hacían solo porque les gustara cómo sonaba. Sino porque ella era ella. Como cualquiera haría por el arte de un amigo. Por eso, cuando dejó atrás el country y se adentró en el mundo del pop, los fans la siguieron sin rechistar, evolucionando ellos mismos con Swift (después lo volvieron a hacer con el electropop, y, después, con el indie). Ese no fue el caso para el resto de la opinión pública, sin embargo. Para cuando publicó “Red” (2012) y “1989” (2014), sus álbumes pop, al público general le comenzó a estorbar que Swift hiciera tantas referencias a su vida personal en sus canciones, se la empezó a ver como a “alguien que se tomaba a sí misma muy en serio” y que salía con hombres solo para después arruinarles la reputación públicamente.

A sus fans, por su parte, se les veía como una manada de obsesivos que estaban dispuestos a hacer lo que fuera por una desconocida. Muchos sostenían que su música era sobrevalorada, y que quienes la escuchaban eran solo chicas adolescentes que no tenían gusto musical, solo ansias de cotilleo.
Algo con lo que el mundo de la academia vendría a estar en desacuerdo algunos años después. En 2022, Taylor Swift recibió un doctorado honoris causa en Bellas Artes por la Universidad de Nueva York. Y en Harvard ahora tienen cursos dedicados a su música y la comparan con los trabajos de Tracey Thorn o William Wordsworth. Ahora, ella misma se identifica como poeta, al titular su último álbum de estudio “The tortured poets department” (2024).
Pero entre los años 2014 y 2016 aún le quedaba mucho camino por recorrer. Entonces, más que como poeta, se le conocía como una “mujer difícil”, por sus fallidas relaciones amorosas y de amistad con diferentes famosos, y como una “chica fastidiosa”, por su grupo consolidado y exclusivo de amigas, conformado por las mujeres más famosas y cool del momento. En este ambiente de sospecha y recelo contra Swift fue cuando se dio el conflicto que marcó un antes y un después en su carrera e imagen: su pelea con Kanye West.
Una serpiente
West, rapero estadounidense, publicó en 2016 su canción “Famous”, en la que menciona a Swift de una forma bastante indigna: “I feel like me and Taylor might still have sex// Why? I made that bitch famous” (“Siento que Taylor y yo todavía puede que tengamos sexo// ¿Por qué? Yo hice que esa perra fuera famosa”)”. West se estaba refiriendo a cuando, en 2009, le quitó el micrófono a Swift, interrumpiendo su discurso al ganar el VMA a «Mejor Video Femenino», para decir que Beyoncé se merecía más el premio.
Esa noche en 2009 fue sin duda uno de los momentos más difíciles en la carrera de Swift y, cuando se publicó la canción, West fue criticado con dureza. Se defendió diciendo que ella había aprobado el verso, algo que ella misma negó. Aun más, algunos meses después West publicó el videoclip de esa canción con un maniquí desnudo simulando ser el cuerpo de Swift, entre otras celebridades, algo para lo que ella no dio su consentimiento. Así, durante un tiempo, la cantante se ganó la simpatía de gran parte del público. Hasta que, meses después, Kim Kardashian (entonces esposa de West) publicó una parte de una supuesta llamada entre Swift y West donde parecía que la cantante le daba el visto bueno a “Famous”.
Así fue como Taylor Swift fue cancelada. La opinión pública se creyó que Swift había mentido sobre su disgusto con la canción, y confirmó así su intuición de que detrás de esa imagen de “niña buena” y “amiga de sus fans” no había nada más que una mujer manipuladora, que haría lo que fuera por destrozar la reputación de un hombre. Los emojis de serpiente inundaron las redes sociales y se puso en tendencia el hashtag “#TaylorSwiftIsOverParty”. En 2020 se filtró la llamada completa: en el contexto se ve que a Swift nunca le mostraron la frase que la llama “that bitch”, pero ni el rapero ni Kim Kardashian le han pedido perdón al día de hoy.
La más brillante estrella pop
Aquello marcó un antes y un después en la vida de Swift, que explica en su documental Miss Americana que, hasta entonces, lo único que le importaba era la aprobación del público y ser una “buena chica”.
Después de tomarse un tiempo para sí misma y desaparecer del ojo público por un año, volvió con su álbum comeback “Reputation”, con una serpiente como imagen central. Así fue como demostró su mayor talento: el de contar su propia historia, como lo había hecho desde sus años en el country. Según explica en Miss Americana, a partir de ahí dejó de intentar complacer a los demás. Empezó a hablar de política (algo que no había hecho hasta el momento, incluso en las elecciones presidenciales estadounidenses del 2016), a apoyar las causas políticamente correctas y a posicionarse a sí misma como un icono del feminismo pop.
Con esta bandera fue con la que enfrentó la batalla por recuperar los derechos de su música, que fue vendida por su anterior discográfica “Big Machine Records” a Scooter Braun (entonces manager de artistas como Justin Bieber o Ariana Grande, entre otros), alguien al que Swift ha acusado de bullying e intimidación a lo largo de su carrera. Todo el dinero que generaran sus primeros seis álbumes iría para Braun. Él se convirtió en el dueño de todos los másters de las canciones, videos musicales y obras de arte con derechos de autor de la discográfica. Así que, en un intento por recuperar su autonomía, Swift empezó a republicar en 2021 estos primeros seis álbumes, bajo la etiqueta “Taylor’s Version”.
Una jugada maestra, que no solo le devolvió su arte, sino que también le devolvió la vida. La nostalgia, tan propia del tiempo después de la pandemia, hizo que esas personas que habían sido sus fans en la niñez, y que tal vez habían abandonado su música, retornaran a ella. Una fórmula que revisitó en su álbum “Midnights” (2022), donde narra situaciones pasadas de su vida, que todos sus fans conocen y juegan a identificar.
Este es el terreno en el que se gestó “The Eras Tour”, donde Swift hace un repaso no solo de sus 18 años de carrera, sino de su vida entera. Al igual que la vida entera de quienes han escuchado su música, pues ella los acompañó en su primera ruptura amorosa con “All too well”, pero también en su boda con “Daylight” o “Love Story”.
Por eso ningún otro artista sería capaz de hacer esta gira, que comenzó en 2023 y continuará hasta 2025. Porque no solo se trata del show, sino más bien por esa especie de meta-arte que ha creado al hacer de su vida una narración.