“Que la adolescencia de tus hijos te pille confesado”, literalmente

Mar Dorrio, escritora del libro Adolescencia en clave de Dios, ofrece su experiencia como madre de hijos en esa compleja etapa de la vida

La adolescencia es un periodo complicado, tanto para el niño que se está convirtiendo poco a poco en adulto, como para los padres que le acompañan en ese proceso. Son épocas de cambios, enfados y tensiones propias de la edad. Por eso los padres deben de estar ahí como columna donde los jóvenes puedan apoyarse, no sin olvidar que Dios debe de ser columna para la familia. ¿Cómo pueden los padres hacer que sus hijos vivan los cambios de la mano del Señor? ¿Cómo pueden afectar al matrimonio las peleas o las diferencias de opinión? Mar Dorrio, con la experiencia de ser madre de doce hijos da la respuesta a esas preguntas en un simpático y sugerente libro: Adolescencia en clave de Dios (editorial Nueva Eva).

Mar Dorrio es madre de doce hijos. Nació en El Ferrol en 1975, y es licenciada en Humanidades, además de tener un postgrado en matrimonio y educación familiar. Colaboradora habitual en Hacer Familia, Aleteia y Forum Libertas, Mar maneja también la cuenta @whynottwelve en Instagram, donde reúne miles de seguidores. Su nuevo libro Adolescencia en clave de Dios editado por Nueva Eva, habla de la importancia de vivir la adolescencia de los hijos con Dios en el centro, haciendo de la fe algo que acompañe tanto al joven como a los padres. Cuanto más cerca se ponga al Señor, con más alegría y ganas le abrirá el adolescente su corazón.

—Cada adolescente tiene una personalidad, unas aspiraciones, unos miedos diferentes. ¿Cómo hace para acoplar la forma de educar o de acompañar a cada uno en sus diferencias?
—Tienes que hablar mucho a Dios de tus hijos, porque es ahí donde vas a ser capaz de escuchar al Espíritu Santo y saber qué le conviene a cada niño, lo que a este le está sentando mal, cómo girar esa tendencia que está preocupándote. La única manera de acertar, porque humanamente creo que es muy muy difícil, sobre todo cuando son muchos en casa y cada uno tiene sus “cadaunadas”, es preguntarle al Señor. Ese Adolescencia en clave de Dios pasa más por que los padres estemos en clave de Dios que incluso ellos mismos.
—¿Realmente se puede transmitir la fe a los hijos en una edad tan complicada como es la adolescencia?
—Lo fácil es que hayan conocido al Señor antes, de pequeños. Cuando digo conocer no es aprender unas oraciones de memoria, sino que hayan llegado a hablar con Él de verdad. Que hayan llegado a estar en esa intimidad. Que le hayan contado sus penas, que el Señor le haya consolado de alguna manera.
Cuando un niño pequeño ha contactado con el Señor, pase lo que pase, esa experiencia va a estar ahí hasta el final. Pero hoy es el mejor día para empezar a hacerlo. En el cielo no hay tiempo, así que si hoy has decidido arrancar pídele al Señor que vuele en el tiempo, y que deje su huella desde el minuto cero de su vida.
Todos nuestros errores como padres, y en este libro hablo sobre eso, tienen ese consuelo de saber que, si le ofreces a Dios tus miserias, tus ruinas, a la Virgen, al Señor, construirán catedrales. Así que si aún no le has hablado a tu hijo de Dios, y es un terrible adolescente de 15 años, hoy es el mejor día. Vete al sagrario pídele al Señor que aparezca en tu vida y que rectifique y repare ese error de no haberles concertado una cita a ellos quince años atrás.

La familia, en una celebración.


—¿Cómo puede afrontar un matrimonio la adolescencia de los hijos con éxito y sin que genere crisis?
—Cara al matrimonio puede ser un momento muy complicado porque cuando quieres resolver una situación que duele mucho a veces podemos tender a querer resolverla de forma diferente. Por eso tenemos que estar muy en Gracia de Dios. En el libro repito varias veces: “que la adolescencia de tu hijo te pille confesado”, pero lo digo literalmente, porque a veces necesitamos todas las Gracias que en la confesión nos dan para saber encauzar todo de la mejor manera. Eso también incluye el matrimonio.
Cuando tú tienes un ratito de oración, pasas el corazón por una diálisis; tienes ese momento de ira o de enfado que te puede provocar que tu marido o tu mujer sean más permisivos o levanten un castigo. Cuando lo llevas a la oración, el Señor te deja ver la ternura que hay ahí detrás, las ganas de acercar… y consigue que tu ira se convierta en comprensión. Que esa lejanía se esfume por completo. La oración es esa gran diálisis para el alma.
—¿Qué papel juega Dios en la enseñanza en el amor de unos padres a sus hijos?
—Tiene todo el papel Dios porque Él es padre. Él es un padre más perfecto, nuestros hijos son sus hijos y los quiere de una manera muchísimo más perfecta y muchísimo más que nosotros. Entonces, el papel tiene que ser que lo imitemos. En su grandeza, en su generosidad, en su magnanimidad, en querer, pase lo que pase. Tiene que ser nuestro guía, nuestro faro y nuestro gran influencer.
—¿Qué le diría a unos padres que están pasando por una época de conflictos y desacuerdos con sus hijos?
—Que tienen que esperar y confiar. Que no hay un Avemaría que se quede leído en el cielo, que muchas veces con esos silencios que parecen eternos por parte del Señor, Él, nos está hablando, nos está esperando. En las bodas de Caná nos avisó que teníamos que llenar las tinajas hasta arriba. Podía parecer absurdo, porque Él no necesitaba que las llenásemos justo hasta arriba para hacer el milagro, pero es lo que Él quería.
Nosotros, cada día que pasa, aunque parezca que no pasa nada, tenemos que pensar que estamos llenando las tinajas hasta arriba.

Límites y libertades

—Descubres que tienes un hijo o hija con tendencias homosexuales. ¿Cómo se puede afrontar? ¿Cómo ayudarle?
—Tendremos hijos que tengan tendencias homosexuales, tendremos hijos con situación irregular…Yo creo que nos enfrentamos a muchas posibilidades. En años venideros todos veremos (si no estamos viendo ya), circunstancias complejas en nuestras familias. Ahí tenemos que diferenciar – como me dijo el Padre Fortea— hechos intrínsecamente malos, con hechos no intrínsecamente malos. Entre los primeros, matar o robar, entre los segundos, que tu hijo homosexual venga a casa a comer o a cenar o a pasar con nosotros la Nochebuena. En esas segundas acciones que no son intrínsecamente malas, es donde tenemos que ver que son los puentes para acercarlos, para no romper los lazos familiares, para que se sientan queridos. Como decía San Josemaría: “Conceder sin ceder, con ánimo de recuperar”.
—¿Hasta qué punto es importante marcarles límites, aunque eso luego sea fuente de conflictos?
—Ellos tienen que entender desde muy pequeños que su responsabilidad es la que abre el perímetro de su libertad. Cuanto más responsable eres, más libre te puedo dejar. Si eres una persona ponderada, con mesura, y que has demostrado ser sensato en determinadas circunstancias, se te van a ir abriendo poquito a poco, ese perímetro de libertad, ese salir más, ese confiar en que puedes estar en ese concierto, o en ese festival. Toda esa llave de libertad no la tenemos los padres, la tienen ellos y su responsabilidad, lo que hayan ido demostrando en el camino.

Paciencia y perdón

—Hablas de pedir perdón cuando uno se equivoca. ¿Cómo ser positivo en la educación de los adolescentes?
—Tenemos que pensar en ellos, en nosotros, y recordar cuando metemos la pata que nuestros errores no nos definen. Chesterton decía que un hombre que está llamando a la puerta de un burdel, está buscando a Dios. No somos unos mentirosos, no eres una fresca…Tus errores no te definen. El Señor nos deja una representación maravillosa con los doce apóstoles, con María Magdalena… A Jesús no le estorban los pecadores que tienen ganas de mirar hacia delante y volver a levantarse.
No hay pecado que no esté inventado, pero sobre todo no hay pecado que no haya sido perdonado. Tenemos que mirar hacia delante, ser ese soldado que se vuelve a levantar, y que nuestros adolescentes así lo vean. No pasa nada por caerse, pero siempre hay que volver a levantarse.

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