—¿De dónde viene la idea de exponer sobre “Lo que queda después de la mirada”?
—De unas obras de un artista holandés renacentista, que hizo unas series de pinturas de unas mujeres en satén, cuya belleza de la imagen, para mí, reside en la ambigüedad de cómo puedes interpretar la obra. Yo, pintando en la universidad, en el estudio en Nueva York, cuando nos traían a mujeres que se sentaban de modelo, hablábamos antes de empezar sobre el respeto que requiere el tener una persona delante de ti, que se expone. El respeto que requiere mirar. Y pensar la ternura y el cariño, la importancia del ser humano y reconectar con esas pequeñas cosas y los momentos donde tú miras.
—¿Se ha perdido respeto en la mirada?
—La verdad es que sí, pero no solo a nivel de modas, de lo que pueda ser de ropa. No puedes perder el respeto por alguien porque vaya vestido de una u otra manera. El respeto que alguien requiere es la persona en sí, independientemente de cómo vaya. Hay que recordar lo más básico que es el respeto a la persona que ves.
—¿Cree que con su pintura intenta recuperar un poco la dignidad de cada persona?
—Sí. Pero creo que la dignidad no se pierde, si acaso te la quitan. Tu dignidad es tuya y es irrompible. Es como el respeto hacia ti mismo. Realmente que alguien te falte el respeto no significa que valgas menos.
—¿Por qué decidió ser pintora?
—Siempre he pintado desde pequeña y me encanta. Nunca querría hacer nada más que no fuese esto, la verdad. No me veo en ningún otro lado más que haciendo esto.
—¿Compensa vivir de eso?
—Vivimos en un momento donde la pintura sí que es recompensada. Lo cierto es que hace cincuenta años no había millones de artistas viviendo de su trabajo y a día de hoy, sí. Hay que verlo del lado positivo. Oye, pues si miles de artistas viven de su trabajo, fenomenal. Qué suerte tengo que haber nacido ahora.
—¿De dónde saca los temas para pintar?
—Mucho, de lo que leo: poesía, teoría y crítica de arte, y también ensayos relacionados con el arte, pero de filosofía. No son libros que encuentras muy a menudo. Hay uno que me gusta mucho: Concerning Consecuences, sobre las consecuencias de los actos.
—¿Para ser pintor se necesita ser filósofo?
—En la educación americana, en clase de pintura, en vez de enfocarse en la parte académica, que no te enseñan, te proponen en clase preguntas sobre tu trabajo para que reflexiones. Como estudiante de Bellas Artes, además la universidad allí obliga a tomar otras materias: mates, ciencias naturales, filosofía… Te hace saber y entender que todas están conectadas y que es importante para entender la tuya, entender la otra.
—La exposición es sobre la mirada de un cuerpo a otro. ¿Cómo miramos el alma?
—No lo sé. Siento que mirar el alma ajena para mí no es tan posible. Sí tienes un acceso directo a tu propia alma, que es sobre todo lo que a mí me importa, cultivar la relación contigo mismo. Porque si no no puedes hacer nada por el resto. Al final, si miras desde un cristal empañado vas a ver todo sucio, aunque lo de fuera esté bien.
—Cuando uno pinta, ¿de algún modo está también exponiendo su propia alma?
—Claro. A mí me daba mucha vergüenza exponer por eso mismo. Porque al final es un poco como tu diario.
Jara López Sastre
Acaba de exponer en el Ateneo de Madrid “Lo que queda después de la mirada”, primera exposición en solitario en España. Madrileña afincada en Nueva York, tiene 23 años. Se formó en centros como NYU (New York University), RISD (Rhode Island School of Design), London Fine Arts Studio y Boston College. Ha expuesto en Nueva York en Palo Gallery y en Times Square x Lux Femina. Ha trabajado en el Museo del Prado, Chillida Leku, ARCO y la galería Fahrenheit, entre otros. Ha trabajado con artistas reconocidos como Adrian Schachter, Agnes Questionmark, o Marcus Jahmal.