En 2028, el Opus Dei celebrará el centenario de su fundación por San Josemaría. Con vistas a esa efeméride, la Prelatura ha puesto en marcha un comité de preparación, con idea de reflexionar e impulsar la labor de evangelización. La Obra, además, vive un momento histórico, tras la celebración del Congreso general ordinario, del 23 al 5 de mayo pasados. Fernanda Zaidan Lopes, licenciada en Químicas (Brasil, 1986), presidenta de ese comité, en una conversación con Mundo Cristiano en Roma, explica cuál es su trabajo y a qué desafíos se enfrentan.
—Usted forma parte del comité de preparación del centenario del Opus Dei en Roma. ¿Con qué criterios se les seleccionó?
—Con la idea de poner el balón en movimiento y activar las primeras reflexiones sobre la celebración, en diciembre de 2020, se conformó el comité central de preparación del centenario del Opus Dei, con una pregunta que marcó el punto de partida: ¿cómo podemos servir mejor a cada persona, a la Iglesia y al mundo desde el carisma del Opus Dei?
El equipo, compuesto por cuatro mujeres y tres hombres residentes en Roma —por facilitar el trabajo—, provenientes de distintas culturas, generaciones y áreas profesionales, buscaba iniciar el pensamiento sobre principios inspiradores, líneas de acción, posibles proyectos y calendarios, con una variedad de perspectivas que lo enriquecían desde el origen.
Ese comité inicialmente estaba formado por Juan Manuel Mora, como coordinador; Isabel Troconis, Santiago Pérez de Camino, Jaime Cárdenas, Marta Isabel González y Mónica Herrero. Luego entraron Linda Corbi y Gema Bellido, sustituyendo a Marta y Mónica que dejaron Roma. En mi caso, actúo como presidenta del comité.
—¿Cuál es su trabajo ahora, tres años antes de la fecha? ¿Se trata de pensar actos concretos o de trazar una serie de líneas de fondo?
—Hasta ahora hemos visualizado, con la orientación de la Asesoría central y del Consejo general, órganos de gobierno que asesoran al Prelado, tres áreas prioritarias: reflexión amplia, escucha de todos y contribución a la profesionalización de las iniciativas de impacto social inspiradas en el mensaje del Opus Dei, con énfasis en la formación en aspectos relacionados con la ciudadanía y la doctrina social de la Iglesia.
Desde el inicio nos ha movido el deseo de que el centenario, además del aspecto celebrativo que le es propio, sea principalmente un camino performativo, es decir, que cada persona tenga la oportunidad de salir transformada de ese proceso, y que eso se note también institucionalmente.
Un ejemplo concreto es lo que hemos vivido recientemente con las asambleas regionales, que han sido un espacio de reflexión global (con participación directa de más de cincuenta mil personas) sobre cómo podemos servir mejor a la Iglesia y a la sociedad. A partir de las propuestas personales, se han recogido unas conclusiones que ayudarán a inspirar la acción evangelizadora de los miembros y los proyectos formativos del Opus Dei.
Luego de esta primera etapa de escucha, entramos en una fase de preparación más próxima, en la que se están conformando -en distintos países- los comités locales del centenario, para impulsar propuestas que se adapten a las circunstancias e idiosincrasias propias de cada lugar.
Gran parte del trabajo que continuaremos haciendo desde Roma, será el impulso y acompañamiento de esos equipos locales. Nos ilusiona que este camino encienda una luz en el corazón de cada persona, que todos se sientan y sean efectivamente parte del centenario.
—Dentro de las posibles líneas de trabajo (hacer balance, dar gracias por lo bueno, pedir perdón), ¿qué es lo que predomina?
—Predomina el deseo de agradecer un don de Dios: los primeros cien años desde que inspiró un nuevo carisma para su Iglesia. Esto es compatible con reconocer errores, rectificar, sumar aprendizajes y lanzarse a la aventura del porvenir.
Personalmente, tengo mucha ilusión -y también la noto a mi alrededor- por descubrir y redescubrir cómo ese mensaje de Dios, que en un momento de mi vida me entusiasmó y me llenó de sentido, puede seguir iluminando la historia de tantas personas, y fructificar en una respuesta enamorada en el trabajo, en la familia, la diversión, y en todos los ámbitos en los que se desarrolla nuestra existencia.
Pienso que una frase de Juan Pablo II, en la carta Novo Millennio Ineunte, que nos ha ayudado desde el inicio, puede resumirlo: “recordar con gratitud el pasado, vivir con pasión el presente y abrirnos con confianza hacia el futuro”.
—De cara al exterior, ¿hay algo que mejorar, o subrayar especialmente?
—Por supuesto, hay márgenes de mejora. Nuestro abordaje es para todos, no distingue entre exterior e interior. El mundo de hoy -con la polarización en que vivimos y con las periferias existenciales en las que tantos se encuentran abandonados- nos pide a todos una renovación en la fe, dejándonos alcanzar por Dios en la situaciones más cotidianas; mayor capacidad de diálogo, superando el individualismo y la dispersión; ganas efectivas de colaborar con todos, acercándonos al prójimo necesitado; humildad para ver los límites propios y no exagerar los ajenos; y una continua disposición de ser constructores de puentes.
En cuanto a los subrayados, pienso que esta celebración nos brinda una oportunidad para sacar todo el potencial que tiene el mensaje de la santificación del trabajo y de la vida diaria, que recibió y comenzó a difundir san Josemaría hace casi cien años.
—¿Una de las novedades sería proponer acciones con otras instituciones o personas de la Iglesia?
—Hace un momento me refería a la necesidad que tiene el mundo de personas que quieran cooperar con otros y construir puentes, para evitar la polarización y el individualismo. Nos gustaría aplicar esas actitudes de apertura y colaboración en el centenario.
Desde que san Josemaría recibió la misión divina de fundar el Opus Dei, tuvo ayuda y relación con otras instituciones de la Iglesia: por supuesto, el obispo de Madrid, pero también su director espiritual, que era jesuita; las monjas del Monasterio de San Isabel o los religiosos que participaron en la formación académica de los primeros sacerdotes. A su vez, tenía muy claro que la Obra estaba en el mundo para servir a la Iglesia como quería ser servida en cada momento de la historia.
Como el Opus Dei son sus personas, en este sentido la novedad es el carisma encarnado en la vida de muchos hombres y mujeres de cada generación. Por eso, san Josemaría hablaba del fenómeno pastoral del Opus Dei como una organización desorganizada, donde se prioriza la iniciativa personal de cada uno. La mayoría de los miembros participa de la vida de sus parroquias y, desde su lugar de trabajo, en los distintos sectores de la sociedad, contribuyendo o sacando adelante actividades con otros católicos, otros cristianos y otras personas de buena voluntad que no comparten la fe, pero que sí comparten las mismas inquietudes y deseos de mejorar el mundo.
—En esta mirada a redescubrir el espíritu, ¿qué papel representan los escritos del fundador?
—El prelado ha querido, con miras al centenario, que más textos inéditos de san Josemaría estén disponibles para todos, y se han ido publicando en escriva.org cartas y otros escritos. Sin duda, son una fuente siempre viva y valiosa para los fieles del Opus Dei y muchas otras personas.
Me ha pasado, y con frecuencia escucho que a otros también, encontrarme con estos textos y sentir que fueron escritos hoy. Me gusta pensar que esas palabras -por estar impregnadas del Evangelio, del mismo mensaje cristiano- son como una semilla, que sigue teniendo su potencia, su fuerza. A nosotros nos toca abonar y cultivar el terreno para que la semilla crezca, y la preparación para el centenario, puede ser ocasión de dejarnos interpelar en primera persona por san Josemaría.
Un ejemplo simpático es el nuevo libro titulado Camino enamorado, que elige 99 puntos de Camino -el libro de referencia de san Josemaría- y los comenta con una sensibilidad actual.
Otro caso representativo fue el reto mundial para vivir la Cuaresma, de la aplicación de oración católica Hallow, que este año utilizó el mismo libro del fundador del Opus Dei, con comentarios y reflexiones guiadas por figuras reconocidas en todo el mundo.
—En el documento “Camino hacia el centenario”, de enero de 2024, se pide la aportación en ideas de los miembros de la Obra. ¿Qué tipo de sugerencias llegan?
—Hemos recibido miles, una avalancha de sugerencias variadísimas, algunas muy concretas, otras más amplias, de aplicación más global o local. Esta gran participación me hizo comprobar que realmente la Obra es de todos.
El prelado, monseñor Fernando Ocáriz, recuerda con frecuencia que el Opus Dei, en realidad, no son edificios o iniciativas institucionales, sino lo que sucede en la vida y en las familias de cada uno de sus miembros.
Esas sugerencias revelan dónde están los sueños de tantas personas del Opus Dei y de sus amigos: encarnar mejor algún aspecto de ese mensaje para contribuir a un mundo mejor. Especialmente, a través del apoyo a las familias y a los jóvenes.
Gracias a Dios, muchas de estas propuestas muestran el deseo de reconocer y contribuir a dar respuesta a las necesidades sociales de cada lugar. En todas ellas late una motivación de servicio, de empatía con el sufrimiento de las personas y de compromiso para ayudar a sanarlo o evitarlo cuando está en nuestras manos.
Un aporte particular lo han realizado personas que fueron parte de la Obra durante algún tiempo de su vida: con su voz, nos han ayudado a hacer una lectura más completa del pasado y a madurar procesos de mejora, orientados a apoyar a cada persona.
—¿El centenario puede contribuir a que se entienda mejor el papel de los laicos en la Iglesia?
—Me parece que si cada uno, por su misma condición de cristiano, de bautizado, se toma en serio su compromiso de santidad y evangelización, el papel de los laicos brillará por sí solo. Ojalá el centenario pueda ser un aporte a eso.
Un cristiano comprometido, un ciudadano solidario, un buen padre de familia, una buena profesional, están haciendo la Iglesia. Es ahí donde la Obra quiere ayudar, a través de la formación y el acompañamiento que ofrece, al encuentro de cada persona con Dios en su día a día, para convertirse en sembrador de paz y alegría en todos los ambientes, llevando la caridad de Cristo a todas las realidades humanas.
—¿Qué sugiere a los miembros del Opus Dei para prepararse de cara al centenario?
—Yo lo resumiría en estar preparados para escuchar y dispuestos a responder. Porque el Evangelio, las inspiraciones del Espíritu Santo, las enseñanzas de la Iglesia, el mensaje de san Josemaría, las personas y las circunstancias que nos rodean, nos hablan, nos interpelan y nos piden una respuesta. Una respuesta de quien ama este mundo y por eso mismo, procura conocer las dinámicas que lo vivifican, para estar ahí, en el “origen mismo de los cambios”, con mentalidad esperanzada, sin miedo a contaminarse, sin nostalgias de otros tiempos.
—De cara a los próximos cien años del Opus Dei, y dado que la mayoría de los miembros de la Obra son casados, tal vez una prioridad puede ser trabajar más con iniciativas relacionadas con la familia. ¿Cree que lo relacionado con el matrimonio tendrá cada vez más peso en la formación y en las propuestas de la Obra?
—Me encanta pensar que, con ocasión del centenario de la Obra, se pueda profundizar en la comprensión del matrimonio como vocación divina, tal como lo veía el fundador del Opus Dei. Me entusiasma también, la realidad de que serán sus miembros supernumerarios y los cooperadores, quienes -con el testimonio de su propia vida- podrán dar respuesta a las necesidades de las familias y de los matrimonios.
Una de las prioridades en las que han coincidido la mayoría de las propuestas trabajadas en las asambleas regionales, que se realizaron en los países donde está la Obra, fue justamente el apoyo a los matrimonios y a la familia, por el aporte social que representan. Un aporte concreto que se nos sigue pidiendo es el acompañamiento abierto a todos y una formación adecuada a las circunstancias y al contexto en el que viven, donde destacan temas como el amor conyugal, la comunicación en la pareja, la construcción de un proyecto familiar compartido, la unidad matrimonial, la complementariedad en la diversidad, el acompañamiento en los casos de separación, soltería involuntaria, las diferentes situaciones que se pueden dar en el proceso educativo de los hijos, el cuidado de mayores dependientes, etc.
—El nuevo Papa León XIV, ¿qué expectativas les plantea?
—Ha sido muy emocionante vivir un cambio de papado en el jubileo de la esperanza y de camino al centenario de la Obra. Parte del legado de san Josemaría se refiere al amor al Papa y a la Iglesia y, cuando uno experimenta ese afecto, percibe que no es tuyo, es una herencia, una tradición de familia.
Viviendo en Roma, he tenido ocasión de acompañar muy de cerca al Papa Francisco: sus viajes, sus discursos, las convocatorias que hizo para todo el pueblo de Dios. Puedo decir que me interpelaba especialmente por ser latinoamericano, aunque Roma te ayuda a tener un corazón universal. Recuerdo con emoción las últimas veces que pude estar más cerca de él, cuando fui al hospital Gemelli a rezar junto con los fieles que allí se congregaban, y en sus últimas apariciones en la Plaza de San Pedro, durante la Semana Santa.
En los primeros pasos del pontificado de León XIV, es impresionante ver cómo en la Iglesia existe una unidad y una armonía que no es uniformidad. Hay continuidad en la variedad de expresiones, de caracteres. Te puedo decir que, sin conocerle mucho, ya le quiero y busco apoyarlo, desde mi trabajo, en su misión, como intentaba hacer también durante el pontificado de Francisco.
En la Misa de inauguración del pontificado, por circunstancias muy casuales, tuve la oportunidad de leer la oración de los fieles en portugués. Fue algo muy rápido, pero me permitió ser testigo de la emoción del Papa en ese momento, sentirme mirada por él, ver la plaza desde su perspectiva y captar las cámaras que llevaban la celebración al mundo entero. Realmente es un tesoro tener al Papa, que nos une a todos y nos conecta con el corazón de Jesús.
—¿Cómo están viviendo en la Obra el proceso de actualización de los estatutos, pedido por el Papa Francisco y que ha coincidido con este camino hacia el centenario?
—Lo hemos vivido en la Obra muy unidos al Prelado y, todos con él, muy unidos al Papa. Ha sido un camino de tres años, en los que monseñor Ocáriz nos fue informando de cada paso del trabajo, y esto nos ayudó a acompañarlo con oración, como iba pidiendo. Pude ver, en primera persona, la confianza en Dios y la prontitud del prelado para responder a lo que la Santa Sede pedía en cada momento.
La propuesta de adecuación ha permitido recoger sugerencias de todos los miembros que han querido participar, y volver a comprobar cómo se procura que el carisma y la dimensión jurídica vayan de la mano. Esa intención ha sido una constante a lo largo de la vida del fundador de la Obra y, de algún modo, Dios ha querido que, en el camino hacia el centenario, ese aspecto volviera a tener actualidad.
No sabemos cómo quedarán los estatutos, sobre todo porque mientras estábamos en el proceso de revisión hubo cambios significativos en el Código de Derecho Canónico sobre las prelaturas personales, que ahora son equiparadas a una asociación clerical. El espíritu de la Obra es eminentemente laical, aunque los sacerdotes también juegan un papel fundamental. Lo importante es que podamos vivir en plenitud nuestro espíritu, que tiene unas potencialidades enormes para el mundo actual.
La reflexión sobre la expresión del carisma en términos jurídicos, ha permitido también identificar aspectos que son ahora mismo muy significativos, con los que estamos llamados a dar una aportación específica en la Iglesia y en la sociedad, como es la comprensión del trabajo como medio de encuentro con Cristo y de servicio a los demás, y manifestación del carácter secular de nuestro carisma. En un mundo cambiante, es importante la conexión con el origen, base de la fidelidad creativa en la respuesta personal.
—En el centenario, ¿cómo se plantea en concreto el papel de las mujeres?
—El mundo ha cambiado mucho en estos cien años y parte de esos cambios tienen que ver justamente con la presencia de la mujer en espacios donde antes no estaba. Esto plantea nuevas oportunidades y retos, para los cuales no hay una única respuesta.
Me alegra comprobar que el fundador del Opus Dei ha sido pionero en este tema y ha sabido reconocer características muy propias del liderazgo femenino. En este sentido, san Josemaría afirmaba que la mujer está llamada a llevar a la familia, a la sociedad civil, a la empresa, a la universidad, a la vida pública, a la Iglesia, algo que le es propio y que solo ella puede dar: “su delicada ternura, su generosidad incansable, su amor por lo concreto, su agudeza de ingenio, su capacidad de intuición”…
Personalmente, sueño con una promoción de la mujer que no conlleve el desprecio a los hombres, o la confrontación entre ambos. Solo construiremos algo duradero y relevante en la medida en que sepamos realmente respetar y promover la dignidad de todas las personas y la colaboración entre ellas.
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