No es frecuente que una hermana de sangre suceda a la otra al frente de una congregación religiosa. Sin embargo, en el capítulo general de las Hermanas Hospitalarias celebrado este año, la hermana Idília María Carneiro sucedía a su hermana de sangre, y de religión, Anabela Carneiro, quien llevaba desde 2012 al frente de la institución. La hermana Idília es la cuarta de cinco hermanos, tres de los cuales son Hermanas Hospitalarias. La congregación, fundada en Madrid y extendida por todo el mundo, trabaja en el cuidado de personas con enfermedad mental y discapacidad intelectual. Un aspecto de gran importancia siempre, y especialmente hoy.
—No es frecuente que una hermana de sangre suceda a la otra como superiora, como es su caso. ¿Cómo lo ve usted?
—Con un gran sentimiento de gratitud hacia Dios que conduce de manera sorprendente nuestros caminos y a todas las hermanas de la Congregación, por la confianza que han depositado en mí. Y también lo vivo como una responsabilidad recíproca que nos implica en favor de la Congregación.
—Tres de los cinco hermanos pertenecen a la familia hospitalaria. ¿Cómo consiguieron sus padres que floreciesen tantas vocaciones en la familia?
—Fue un don de Dios. Somos tres hermanas hospitalarias y de nuestros padres aprendimos y vivimos con ellos la hospitalidad desde la cuna. Como familia, nos llena de gratitud y alegría todo lo que nos enseñaron con su testimonio y el amor a Jesús que nos transmitieron. Nos enseñaron a vivir desde la gratitud, la cercanía, el servicio al prójimo y a ofrecer “gratis aquello que gratis” habíamos recibido.
Hoy formamos parte también de otra familia en Cristo que es la Congregación, sabiéndonos mujeres libres, apasionadas por la vida, unidas por el amor, la oración y el servicio; que quieren llevar el mensaje evangelizador del Buen Samaritano.

—Tras su elección como Superiora general, el Papa la recibió en audiencia. ¿Qué le dijo?
—En primer lugar está mi agradecimiento, junto con el de todas las hermanas capitulares, por esta posibilidad de ser recibidas por el Santo Padre. Ha sido un verdadero momento de gracia, de comunión con la Iglesia; acogemos su mensaje esperanzador y desafiante para toda la Congregación y recibimos su bendición.
Su Santidad nos compartió una breve reflexión de la hospitalidad haciendo referencia a nuestros fundadores e invitándonos a vivir con su misma osadía el don carismático, encarnando en la misión la “santa locura del amor” animándonos a no perder la sonrisa y la alegría del corazón. Guardamos este mensaje muy especial en el corazón como impulso para el camino que somos llamadas a recorrer.
Nosotras le entregamos un detalle realizado por los niños de uno de nuestros centros que representaba su vida de forma creativa. La alegría del momento y la frescura expresada por el Papa Francisco nos contagió a todas, recordándonos la inocencia, la sorpresa y la fascinación de los pequeños.
La clave es la misericordia
—La misión de las Hermanas Hospitalarias es evangelizar a través de la salud. ¿Cuál es su programa como nueva Superiora general?
—Hacer vida el lema de nuestro XXII Capítulo general: “Revestíos de entrañas de misericordia (Col 3,12). Signos proféticos de esperanza y de la cercanía de Dios a la humanidad que sufre”. Constituye el horizonte que nos impulsa como comunidad, construyendo caminos de una hospitalidad renovada, compartiendo la misión, en su expresión sanadora, tejida por la misericordia, la cercanía compasiva y la esperanza.
En definitiva, este es el hilo conductor para vivir y practicar la hospitalidad tal como la entendemos desde nuestros orígenes: poner en el centro a la persona, ofreciendo espacio y tiempo, atención y cuidado, humanidad y recursos a los más vulnerables. Es un estilo de vida en el día a día, que habla de acogida, de aceptación del otro como es, de respeto mutuo y de corazón abierto y, también, de dejarse acoger. Todos necesitamos dar y recibir.
Nuestra preferencia es atender a las personas con enfermedad mental y discapacidad, reconociendo a Jesús en las personas destinatarias de nuestra misión.
— Hoy la enfermería ha alcanzado gran desarrollo y eficiencia. Algunos piensan que las religiosas enfermeras no son necesarias. ¿Qué les diría?
—La enfermería, como otras profesiones del área de la salud, en un mundo herido y en crisis humanitaria, como el nuestro es muy necesaria no solamente en el ámbito técnico sino sobre todo como expresión del cuidado integral a la persona. Para nosotras, Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús, y desde nuestros orígenes, ciencia y caridad siempre han caminado juntas, y configuran un estilo carismático singular que une la atención cualificada, según los avances de la ciencia, con un corazón compasivo.
Nuestro modelo hospitalario se desarrolla en diferentes áreas de intervención: atención preferencial, especializada e integral tanto para los enfermos con trastornos psíquicos como para sus familias; atención sociosanitaria; neuro-rehabilitación de personas con daño cerebral; cuidados paliativos; centros educativos especializados, entre otras actividades hospitalarias.
Estamos comprometidas con la formación y docencia, la investigación y la innovación en el área de la salud mental y colaboramos a formar nuevos profesionales en diferentes áreas, que realizan las prácticas en nuestras estructuras.
Los desafíos de hoy
—¿Cuáles son los principales desafíos de una congregación dedicada a los enfermos en este siglo XXI?
—Desde nuestra misión preferencial hacia las personas con sufrimiento psíquico queremos ser testigos de cercanía compasiva y humanidad sanadora, en una sociedad donde se multiplican los problemas de salud mental y se descarta a los más vulnerables. Como lo hizo nuestro fundador, San Benito Menni, también nosotras nos sentimos llamadas a encarnar la hospitalidad cuidando la vida y generando espacios que acompañen, respeten y promuevan la dignidad de la persona.
Ser hospitalaria es una elección que nace desde lo más profundo del corazón y nos impulsa a vivir la misión desde cinco verbos que para nosotras son nucleares: confiar, servir, amar, acoger, “misericordiar”. Actitudes inspiradoras de nuestra vocación de caridad que nos comprometen a seguir realizando una misión transformada por la misericordia de Dios y alientan el camino de la hospitalidad.

—¿Sabe, y le preocupa, qué significa animar una institución con la dimensión de Hermanas Hospitalarias, presente en cuatro continentes, veinticinco países y una obra apostólica tan significativa?
—Lo vivo como un desafío a impulsar y acompañar la misión de nuestra familia hospitalaria desde la esencia del carisma, en la diversidad y complejidad, con una riqueza muy grande y con grandes retos de desarrollo, de restructuración, de revitalización y fortalecimiento del sentido de cuerpo institucional.
La escucha al Espíritu Santo, a las hermanas, a los colaboradores y también a los mismos destinatarios y otras personas que comparten la misión, así como la realidad sufriente de nuestro mundo, nos irá mostrando el camino a seguir desde los compromisos del Capítulo general.
Soy consciente de que somos instrumentos para Su acción, queremos fortalecer la fidelidad carismática y el sentido de misión de la Congregación. Encarnar, desde nuestro carisma, la dimensión samaritana de la Iglesia en el mundo, testimoniando la esperanza y la cercanía de Dios a la humanidad que sufre.