Cuando la restauraciónes otra obra de arte

Claudio Carbonell Soriano, conservador de pintura: “restaurar es como una coreografía”
El artista Claudio Soriano, durante el proceso de restauración.

A sus 67 años, Claudio Carbonell está ya en la “frontera de la jubilación”, pero percibimos que, si por él fuera, seguiría restaurando pintura hasta que su cuerpo aguantara. Habla con pasión de su profesión. “Te diré que hay que trabajar con el mismo amor un cuadro de Pepe Pérez que un Goya”. La única diferencia es que una obra “de un pintor famoso impone y tienes más responsabilidad”, aunque también “es verdad que los cuadros que han sido muy apreciados están mucho más cuidados”.
Conversamos en la distancia, él en Canarias, nosotros en Madrid. Allí está restaurando una serie de catorce cuadros que se corresponden con cada una de las estaciones del vía crucis. Son obra de José María Rodríguez de los Ríos y de Losada, un pintor de finales del siglo XIX, “en la línea de la pintura romántica”, que fueron encargados para la catedral de Santa Ana, en Las Palmas de Gran Canaria. El gran formato de los cuadros, 4 metros de ancho y 3,5 de alto, no lo parece tanto en un espacio, el del templo, “precioso, muy diáfano”. El autor los pintó en la misma catedral, en uno de los claustros, y Claudio y su equipo los están restaurando en un espacio también “muy bonito que nos han dejado en la Casa de la Iglesia”, de la diócesis de Canarias.
“Cuando te proponen restaurar algo -explica- te empiezas a meter en el tema”. Comienza así un trabajo previo de toma de medidas, fotografías, recogida de información sobre el autor y su contexto histórico, “porque cada época tiene sus técnicas”, sobre la historia de esa obra, dónde fue pintada, si en taller o in situ… Después llega la parte más difícil, que es presupuestar el trabajo. “Hay que valorar qué intervención vas a hacer, si se necesitan andamios, análisis químicos de muestras…”.
Por lo general, la acometida del cuadro no se hace de manera individual. “En la restauración no sueles estar tú solo con tu pincelito, casi siempre termina siendo una tarea de equipo”. Hay “mucho de manipulación, sobre todo en el gran formato; hay transportistas, fotógrafos, químicos para análisis, que son muy necesarios porque te dan mucha información de pigmentos, maderas, telas, barnices”. También hay que contar con historiadores, aunque en el caso de Claudio no es necesario porque él mismo lo es. “En realidad yo quise estudiar Bellas Artes, pero no estaba muy convencido de mi creatividad”, así que se licenció en Historia del Arte en la Universidad Autónoma de Madrid. “En tercero de carrera me enteré de que existía el mundo de la restauración; si este mundo está escondido, en aquella época, más”. Así pues, al terminar la carrera se matriculó en la Escuela Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales. Fue duro entrar porque el examen era muy exigente, pero cuando lo admitieron “tuve una felicidad increíble, porque se conjugaba mi gusto por el Arte con el don para las manualidades que siempre había tenido desde pequeño”.
Cuenta Claudio que el trabajo del restaurador es más bien técnico, “pero tienes que tener buen gusto para hacer las cosas”. Además, él ya tiene hecho el ojo: “Cuando ves una obra deteriorada, rota, sucia, llegas a percibir el potencial que tendrá cuando esté restaurada; tienes fe, y en general, todo el trabajo va saliendo bien”. Hay una parte muy laboriosa en la acometida de una obra, que es la de ir fotografiando todos los procesos, y se concluye con la memoria final en la que se “recogen con precisión todos los detalles de la intervención”. En definitiva, “restaurar es como una coreografía” en la que se van siguiendo unos pasos armoniosamente enlazados unos con otros.

Respeto al original

“Lo principal en la restauración es el respeto al original”, afirma Carbonell. “Nosotros somos técnicos, no creadores ni artistas, aunque tenemos que ser ingeniosos a la hora de elegir los materiales y los procedimientos”.
Es, ejemplifica con sencillez, como hacer una tortilla de patata: “Cada uno la hace diferente y hay que intentar cogerle el punto”. Pues en la restauración igual, es “un poco de gusto y sensibilidad”. En cuanto a los materiales, “no tienen por qué ser exactamente los mismos que los de la época del cuadro”, aunque sí “debe haber cierta compatibilidad”. Por ejemplo, “en el mundo de los pigmentos, en los ocres y marrones, casi son iguales que los que usaban ya los egipcios, porque se extraen de las mismas piedras”.
A partir del siglo XIX, con la Revolución Industrial, se introducen materias sintéticas. “Lo que sí es importante es que los químicos no dañen la película pictórica ni el soporte” y que “cuando utilizas materiales ajenos a la obra tienen que ser reversibles”. Por ejemplo, utilizar un barniz que envejezca bien, que tenga durabilidad y que se pueda quitar con facilidad si hubiera que hacer una nueva intervención en la obra. “Cuando restauras hay que pensar en el futuro, en los que vienen detrás”.
Cuando acabó sus estudios, Claudio empezó a trabajar en el Museo de Bellas Artes de Zaragoza y se integró en un equipo especializado en restauración de pintura mural del ministerio de Cultura. Se ha movido mucho por España, y también estuvo un año y medio en Cuzco (Perú) dirigiendo a un equipo de 28 personas y restaurando “obras maravillosas”. Fue una experiencia de la que aprendió mucho y que “me cundió como si hubieran sido diez años”.
De todo, recuerda con especial cariño la primera restauración de pintura mural que hizo, una intervención en la iglesia de San Antonio de los Alemanes, en Madrid. Esta joya del barroco cuenta con frescos (“técnica muy concreta hecha con el mortero de cal y arena, y se pinta cuando todavía está húmeda”) de Juan Carreño de Miranda en la bóveda, y Luca Giordano en las paredes.
Reconoce que ahora es un buen momento: “la restauración está más valorada, hay más respeto y hay más trabajo”. Y concluye animando a velar por el arte. “Es el legado de nuestros ancestros, hay obras antiguas que se han ido cuidando, que han llegado hasta nosotros y es nuestra herencia cultural”. “Las obras de arte siempre son historia, belleza y nos cuentan muchas cosas de nosotros; el arte es muy necesario”, resume.

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