El próximo 21 de marzo, como cada año, se celebra el día mundial del Síndrome de Down, afección genética causada por la trisomía en el cromosoma 21. Muchas sociedades modernas han abierto la terrible espita del aborto legal para los bebés diagnosticados con esta condición. Mientras tanto, hay cientos de proyectos, iniciativas e instituciones dedicadas a hacer más fácil la vida de las personas con discapacidad intelectual y de sus familias. La Fundación Prodis, que celebra su 25 aniversario, ha recibido recientemente el Premio CEU Ángel Herrera de la Solidaridad. En Prodis, el futuro de la discapacidad se escribe en presente.
Es una conocida tienda de ropa. En medio de una tarde intensa de rebajas con clientes que van y vienen, los empleados se afanan por doblar de nuevo cada prenda y colocarla en su lugar. Entre ellos, una persona con síndrome de Down que hace su trabajo con enorme tesón y eficacia. Entrada de un edificio de una gran compañía. En el equipo de conserjería que recibe a los recién llegados, una persona con síndrome de Down se encarga de acompañar a las visitas hasta el ascensor más adecuado.
En una gran sala bien iluminada y que destila alegría, unos jóvenes troquelan papel mientras otros comprueban que los cuadernos de merchandaising que ha encargado una empresa queden perfectos. Cuando terminen su jornada laboral, un grupo de adultos con discapacidad intelectual se reencontrará para compartir la cena en el piso tutelado en el que viven.
Estas escenas son las que mejor representan la manera en la que el futuro de la discapacidad intelectual se está escribiendo ya, con gran éxito, en el presente. Estas escenas son el aliciente que anima al equipo de la Fundación Prodis a seguir avanzando por un camino que empezaron ahora hace 25 años con el objetivo de ir construyendo ese futuro necesario para las personas con discapacidad. Y en ese avance, el nuevo proyecto: la creación de un complejo residencial, donde los usuarios de Prodis puedan vivir de forma independiente con la supervisión de los profesionales de la Fundación y la ampliación del espacio destinado al Centro Especial de Empleo, que se ha quedado pequeño para albergar todas las posibilidades que ofrece.
Historia
Pero yendo 25 años marcha atrás, se ve que hace un cuarto de siglo, un grupo de padres de personas con discapacidad que habían asistido a un colegio de educación especial, vieron la necesidad de seguir contribuyendo a su formación cuando los chicos hubieran superado ya los 18 años.
Con el apoyo de profesionales de aquel colegio, empezó Prodis su andadura para seguir atendiendo a esas personas más allá de su mayoría de edad. Del mismo modo que ocurre con los distintos itinerarios previstos en los centros escolares adaptados, crearon, a través de la Fundación Prodis, una serie de programas de formación para promover la inclusión laboral de las personas con discapacidad.
Soledad Herreros de Tejada, presidenta de la Fundación Prodis, explicaba que “en función de la capacidad [de los alumnos de Prodis] se establecieron dos itinerarios diferentes. Uno, pensando en los que pueden acceder a un empleo, con una formación previa muy adaptada. Para los que no pueden trabajar y necesitan más apoyos, tenemos un centro ocupacional en el que se les sigue formando para que consigan mantener y aumentar su autonomía”.
Y realmente dieron con la clave, que consiste en elegir el itinerario más adecuado en función de las capacidades de cada estudiante. Aquel que estuviera preparado, podría hacer un curso puente que le abriera las puertas a un programa especial universitario. Otros podían optar por una formación profesional específica, adaptada a sus posibilidades, con empleos muy diversos desde el ámbito administrativo hasta la atención cara al público.
Para aquellos que tuvieran complicado trabajar en alguna empresa o institución, se creó el Centro Especial de Empleo en la propia Fundación. Quienes necesitaban terapia ocupacional, la tenían a su disposición. Y todo ello con el apoyo psicopedagógico de especialistas en el sector que, durante los últimos 25 años, han acompañado a más de 700 alumnos, han conseguido que 244 trabajen en empresas e instituciones, que 187 lo hagan en el Centro Especial de Empleo, y que el centro tenga una tasa de empleabilidad del 96%. Un logro al alcance de muy pocas instituciones.
Inserción laboral
Este elevado índice de inserción laboral no es de extrañar si se tiene en cuanta todo lo que aportan estas personas con discapacidad a los puestos que ocupan. Explica Soledad Herreros de Tejada que las empresas valoran especialmente “que el ambiente de las empresas se enriquece con su presencia, por lo alegres que son, por lo responsables que son, por lo contentos que van a trabajar y por lo fieles que son a la empresa”.
Para los que necesitan un trabajo más protegido, el Centro Especial de Empleo los va capacitando con tareas diversas, como la gestión documental, la amplia oferta de merchandising personalizado o el servicio de azafatos que van a eventos.
El reto, 25 años después de que este grupo de padres y profesionales empezase su andadura, es ahora mejorar las oportunidades de las personas con discapacidad cuando encaran su vida adulta: darles la autonomía e independencia suficientes con el apoyo necesario. “Ya estamos trabajando en unos pisos supervisados. No es una residencia al uso. Es un complejo donde prevemos que haya seis pisos para 40 personas en una primera fase pero que queremos que puedan llegar a albergar a 120 personas en tres fases. En esos pisos podrán vivir grupos de amigos, estar cuidados y atendidos, poder ir a trabajar… que esa sea su casa con sus amigos”.
Inserción laboral
Las tres fases de este proyecto que arranca ahora sus primeros pasos para hacer presente el futuro de las personas con discapacidad ya ha comenzado y, para el año 2030 se espera contar con 40 plazas, a las que se sumarán otras 40 a los diez años y un total de 120 para el 2050. “Todos los pisos estarán atendidos por personal, con las aptitudes necesarias para dinamizar y dirigir grupos, que facilitarán la convivencia entre los usuarios para generar un ambiente hogareño y familiar”, explica la memoria. Se trata de un conjunto de viviendas contiguas, cada una con su entrada independiente, que tendrán una capacidad de unas 4 a 6 personas por casa. Cada piso tendrá habitaciones individuales, un salón comedor compartido, una cocina con electrodomésticos básicos que puedan manejar y baños accesibles.
El objetivo es que las personas que vivan en estos pisos adquieran el mayor grado posible de independencia y autonomía. La idea es que sean viviendas que promocionen oportunidades para realizar elecciones y tomar decisiones”. Además, como explica Soledad Herreros de Tejada, esto permitirá a los padres de personas con discapacidad estar tranquilos con el futuro de sus hijos cuando ellos empiecen a tener achaques que les dificulte cuidarlos o cuando ya no estén.
Los profesionales encargados de la gestión de estos centros fomentarán la cooperación, la colaboración y el compañerismo, ayudarán a la gestión de las tareas y funciones que permitan la convivencia, mediarán en la resolución de los problemas que puedan surgir en el día a día.
Este 21 de marzo, al recordar a todas las personas con trisomía en el cromosoma 21, no se puede perder de vista que el futuro de la discapacidad se escribe en presente. El futuro se está escribiendo en forma de viviendas supervisadas en las que cada persona alcance el máximo de sus posibilidades. El ejemplo de la Fundación Prodis muestra que 25 años sólo son el principio.