Christian Gálvez: “Jesús no dice que todo nos vaya a ir bien, sino que Él estará con nosotros”

Christian Gálvez explica su fascinación por la figura de Jesús, que protagoniza su novela Te he llamado por tu nombre

El pequeño Jacob, de 9 años, conoce a Jesús y su mirada le marcará de por vida. En Te he llamado por tu nombre (título un tanto autobiográfico, editado por Suma), Christian Gálvez novela la historia de un niño, luego adulto, ambientada en Jerusalén en la época de Jesús. En realidad, es todo un relato en torno a Nuestro Señor.
El autor se sale de los estereotipos: un exitoso presentador de televisión metido a novelista, pero con fundamento y rigor. Habla con Mundo Cristiano en las inmediaciones de la parroquia de Santo Domingo de la Calzada, muy cerca del circuito del Jarama, en Madrid. En la conversación se trasluce su conocimiento de las Escrituras, la profesionalidad en abordar sus historias. Y cuenta también su vuelta a la fe tras una época oscura de dudas.

—¿Por qué una novela sobre un niño ambientada en la Jerusalén del tiempo de Jesús?
—En primer lugar, por mi viaje a Tierra Santa. Era un viaje que había deseado hacer desde hacía muchísimo tiempo y por circunstancias del destino no había podido cumplirlo. No había encontrado tampoco la persona que me quisiera acompañar, independientemente de que la aspiración e inspiración fuese un tanto espiritual.
Fui en el momento que tenía que ir, con quien tenía que ir, con mi mujer, que es la que me devolvió la fe en muchísimas, en muchísimas cosas. Cuando la conocí, yo estaba en un proceso de pérdida de fe, en todas sus acepciones. Y ese viaje a Tierra Santa, ese viaje a Jerusalén, me despertó cosas que yo ya tenía desde hace mucho tiempo. Lo que pasa es que un proceso de pérdida de fe durante mi vida me había apartado un poquito de ello. Y cuando regresé, sentí una plena conciencia de lo que quería contar de verdad en cuanto a la novela histórica.
El motivo principal, por tanto, es el amor a mi mujer, el viaje a Tierra Santa, y también porque perdí el miedo a escribir sobre lo que yo quería y el miedo al qué dirán.
Al final los personajes públicos estamos expuestos a premios y a cicatrices a partes iguales. Pensé: ya me han criticado por hablar de mi hijo, me han criticado por hablar de mi mujer, me han criticado por hablar de Leonardo. Pues si me critican por hablar de Jesús de Nazaret, tampoco está tan mal.
—¿Cómo fue esa pérdida de la fe para ahora recuperarla?
—Durante la adolescencia a mí me interesaba muchísimo Jesús de Nazaret. Pero tuve un episodio muy particular. Puedo decir exactamente cuándo: en verano del 2009, fui a Camboya a hacer un documental sobre trata de seres humanos y la pederastia infantil como turismo sexual en Camboya, con una ONG, y vi cosas que no me hubiese gustado haber visto jamás. Después de ver aquello, quise autonegar la existencia de Dios. Decía: “no puede ser, es imposible”.
Luego, cuando uno madura y lee, y profundiza, se da cuenta de que una cosa no tiene que ver con la otra. Porque si hablamos de sacrificios, no hay uno mayor que el propio Jesús de Nazaret.

El evangelio de San Lucas

—¿Cuál es el hecho definitivo por el cual regresa a la fe? ¿Su mujer ha tenido algo que ver?
—Todo. Si al final alguien me ha llamado por mi nombre, ha sido mi mujer. Ella ha sido el ángel enviado. El evangelio de Lucas es mi favorito. Y es el evangelio de la misericordia, del perdón y del amor. Y a través del amor es como se construye todo.
Mi mujer, que es muy creyente, al final ella, sin quererlo o queriendo, no lo sé, consiguió que recuperase mi fe.
Ya lo había intentado en su momento Paloma Gómez Borrero, que en paz descanse. Fue muy amiga mía. Una vez me dijo: “Algún día, no sé si lo conseguiré yo, pero alguien lo hará. Volverás, volverás a la fe”. Y al final fue el amor, sin más.

En qué cambia

—¿En qué le cambia la vida? Porque tener fe no quita los problemas.
—La fe a mí me da paz, me da tranquilidad. Si cogemos el Nuevo Testamento podemos personificarnos en cada uno de los personajes que aparecen. Todos hemos sido en algún momento, en mayor o menor medida, cualquiera de las figuras que se nos representan como apóstoles. Todos en algún momento hemos estado al pie del cañón con alguien hasta el último momento como Juan. Todos hemos dudado como Tomás. Incluso alguna vez hemos negado como Pedro o hemos traicionado, en mayor o menor medida, voluntaria o voluntariamente, como Judas.
Luego, cuando profundizas un poco en la historia de Jesús de Nazaret, te das cuenta de que Él no dice que todo vaya a ir bien. Advierte que es muy posible que todo vaya a ir mal, pero que cuando vaya mal, Él estará ahí. Que las cosas vayan bien o mal forma parte de este viaje maravilloso que es la vida.
A mí personalmente, me hace vivir con paz y con sosiego. ¿Tengo problemas? ¡Claro! ¿Deposito las esperanzas en Dios para resolverme esos problemas? No, en el sentido de desentenderme de ellos. Eso es injusto. De tus problemas te tienes que ocupar tú. Pero, con la fe, ahora me ocupo más y quizá me preocupo menos.
—De la figura de Jesús, ¿qué es lo que más le atrae?
—Los evangelistas nos dibujan diferentes ángulos de la misma foto. Por el público al que va dirigido el mensaje. Mateo, al público más judío; Marcos, al público cristiano y en Roma; Lucas, más a los gentiles; Juan a un público mayormente cristiano, pero ya más en expansión.
A mí la figura de Jesús que se me representa en Lucas es la que más me gusta. El hecho de que ahonde en la misericordia, en el perdón, en el amor y la relación sobre todo que tiene con los niños, que es una cosa que a mí me encanta, me quedo con esa figura jovial, juvenil. Me lo imagino como le he dibujado en la novela. Capaz de reír, de jugar, de tirarse un rato hablando y de ser consciente de esa plenitud como hombre.
Me quedo con esa figura que habla de amor, porque el amor todo lo vence. Un mensaje que además se puede extrapolar a cualquier trabajo, a cualquier empresa. Que a veces, para la consecución de un propósito, hay que sacrificar aquello que más amas. Del sacrificio como parte del viaje para alcanzar un propósito.
—¿Cómo se ha documentado para escribir el libro? Porque no es una novelita escrita con las ilusiones de un viaje…
—Primero diré cómo. Con respeto absoluto. A la historia. Lógicamente, es una novela de ficción y dentro de la macrohistoria, yo introduzco personajes con sus microhistorias.
Entonces, sobre todo, primero, respeto para la historia, y para la teología. No deja de ser una novela que habla del protocristianismo.
Para hacer algo así primero te vas a los textos. Además de haber investigado in situ con la ayuda de los franciscanos, de la Custodia de Tierra Santa, he ido a las fuentes: al Antiguo y al Nuevo Testamento; al documento Q, que está incompleto; a las fuentes apócrifas. Hay, por ejemplo, algún pequeño homenaje al Evangelio de la infancia de Jesús.
También he acudido a las fuentes históricas no cristianas, que lo que hacen es testificar a favor de la existencia de la figura histórica de Jesús de Nazaret: Flavio Josefo, Tácito, Suetonio, el Talmud… Textos que te indican que efectivamente hubo alguien que, independientemente que resucitara o no resucitara, llegó, habló y cambió la vida de muchas personas.
Y además lanzó un mensaje que a día de hoy se sigue celebrando.
—¿Piensa que a los católicos, muchos de los cuales no han experimentado un proceso de conversión, les falta ese hablar de la propia fe?
—Depende del objetivo de cada uno. Yo con mi novela lo que pretendo es entretener, no convertir a nadie. No me considero un converso. Siempre he sido católico, solo que durante una época de vida no practicaba absolutamente nada porque había perdido la fe, pero no renegaba del todo, ni me había ido a otro lado. Simplemente, por dolor, negaba algo que me había apasionado y que me vuelve a apasionar ahora.
Depende del propósito de cada uno. Creo que hay gente que tiene pudor y gente que teme posibles represalias en cuanto a hablar abiertamente de la fe. Yo no las tengo. ¿Que trabajo en televisión? Vale, ¿qué van a decir? ¿El loco que ahora está en una secta? Es el problema de los demás. A mí me da igual. Me parecería terriblemente injusto dejar a los demás que hablaran de lo que creen y no poder hablar nosotros de lo que creemos.
—¿Cree que los católicos sabemos lo suficiente de Jesús?
—Habrá gente que sí, habrá gente que no. Pero por ejemplo conozco gente que es creyente y no ha leído la Biblia. Me parece un craso error.
Seas o no católico, seas o no practicante, eso forma parte de la cultura desde hace dos mil años.
Si quieres leer sobre Jesús, tienes que leer las fuentes. A mí me fascina su figura. Aunque no fuese creyente, me fascinaría. De dónde sale y por qué, y qué fue aquello tan poderoso que hizo. Incluso la figura solo humana me parece tremenda. Aunque hubiese terminado en la cruz, y ya está, sería fascinante. Si fuese solo un cuento, sería el cuento más bonito que jamás se ha contado.
Dicho lo cual, además, como creyente que soy, es maravilloso. Y su mensaje, el “producto” que vende, insuperable. No hay nada que lo pueda mejorar: la vida eterna. Supéralo.
—Pero, en el fondo, además, es necesaria la fe.
—Sí, es muy difícil hacer un debate entre alguien que no cree o que no quiere creer y alguien que cree. Vamos a quedar en empate siempre.
Yo solo digo que a mí me cuesta creer que estando allí los Doce (más bien los once) hechos polvo, viendo cómo han dado de palos a su maestro, y luego lo han matado, que ellos pudiesen decir: “Vamos a inventarnos que ha resucitado. Vamos al sepulcro, movemos la piedra, robamos el cuerpo y nos inventamos que ha resucitado. Pero además no se lo contamos a nadie. Perfecto”. O sea, no se lo cuentan a nadie y van a recorrer todo el planeta conocido a vender este mensaje, para que les maten. A mí me cuesta creer eso…
Dicho lo cual, y hablando en serio, la verdad es que prefiero que la gente no sea altavoz y en lugar de hablar, practique los valores que dice tener.
Se trata de ser buena persona. Pero para el cristiano hay un paso más. Requiere también un sacrificio. Porque hay un sacrificio. Esto no es paz y amor, Woodstock, años 70… No. Requiere un sacrificio. Porque perdonar y amar también significa renunciar a tu ego, a tu testarudez.

Una carrera como escritor

—Esta es su cuarta novela. ¿Por qué empezó a escribir?
—Primero, porque me lo pidieron. Me hicieron un contrato y querían que contara cosas.
¿Por qué empecé a escribir novela histórica? Eso vino tres libros después. Tenía la necesidad de contar historias de verdad. No libros de contrato al presentador de la tele. Eso fue al principio. Lo que yo hacía era de consumo rápido. Era fastbook.
En el momento en el que pego el salto a la novela histórica, intento demostrar que hay un respeto por la literatura y es cuando empiezan a tomarme un poco en serio. No es que ha venido el de la tele para facturar un poco más, sino que tiene historias que contar. En ese caso fue cuando me enamoré de la figura de Leonardo da Vinci.
—El hecho de ser presentador de televisión, ¿es una dificultad para que le tomen en serio?
—Al principio sí. Había mucho prejuicio, y lo entiendo. Hubo como un boom literario en su momento, que me consta salvó el mundo del libro en ese momento. Como años posteriores lo salvaron los youtubers, instagramers, etc.
Pero es verdad que durante las crisis de la venta de libros, al final presentadores de televisión o cantantes o instagramers o youtubers y tal, salvaron la industria del libro, en mayor o menor medida. Están ahí los números.
Lo que pasa es que al final algunos nos quedamos y otros no. Al final terminas ganándote el respeto. Es verdad que trabajando en televisión cuanto más respeto ganas, más enemigos te granjeas. A mí me ha tocado, hablando de Leonardo, enfrentarme a sanedrines. Cuando tienes un sanedrín que te critica, no es que lo estés haciendo mal, sino que creen que deberían estar haciéndolo ellos.
—¿Piensa seguir compaginando su carrera literaria con la tele?
—Sí, pero es que tengo dos trabajos, presento y escribo, y ambos dependen de la gente que está al otro lado. Entonces, si la gente quiere, claro, sí.
De hecho, estoy preparando la siguiente novela y te adelanto que no me muevo de Jerusalén siglo I. Necesito volver a Jerusalén. Físicamente. Lo necesito de verdad.
—¿Animaría a la gente a visitar Tierra Santa ahora?
—Yo animaría a la gente a que alguna vez en su vida fuese a Jerusalén. Aunque no crean. Ya se encargará Jerusalén de hacerles creer.
Creo que es vivir un sueño hecho realidad. Pero quien vaya, que tenga mucho cuidado porque lo que pides allí se cumple. Yo pedí… Se cumplió. Me quedó solo dar las gracias.
—¿Qué piensa del Papa Francisco?
—Cada Papa hace lo que puede. Mi opinión es que es el electo y ha intentado hacer lo mejor posible dentro de su visión, de su “línea editorial”.
—Ha sido padre hace poco. ¿Qué significa eso?
—La culminación de mi vida. La paternidad era el propósito de mi vida. Yo quería ser padre con amor. No recurrir a ninguna otra opción. Ser padre de familia. No sé si he sido muy bueno o muy malo en la vida. Si he sido muy bueno, Dios me ha premiado con una mujer maravillosa. Y si he sido muy malo, Dios me ha perdonado y me ha puesto una mujer maravillosa. Entonces, para mí, ser padre ha sido la consecución de todo.
Era lo que más deseaba y ha superado todas mis expectativas. Es el mayor de los sacrificios, en el aspecto más positivo de la palabra. Para mí es fe en el sacrificio más bonito que existe y es la demostración más absoluta de que los milagros existen.

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