Chillida, una mirada profunda y de libertad

El Museo Chillida Leku celebra el centenario del nacimiento del artista con el objetivo de mantener vivo su legado

Mikel Chillida aún recuerda cuando los domingos se juntaban todos para comer en casa del “aitona”, frente al Peine del Viento, una de sus obras más icónicas. Si hay algo que le sorprendía de él, y que se le ha quedado grabado para siempre, era “cómo miraba las cosas”.
Cuenta una anécdota. En el salón de los abuelos había tres grandes sofás y todos se sentaban tras la comida. Un día, Mikel y sus primos jugaban con una pelota de arena y tela. Se la tiraron al “aitona” pero se le cayó al suelo. A él, que fue portero titular de la Real Sociedad en la temporada 1942-1943 y que apodaron como “el gato” por la agilidad que tenía para saltar sobre el balón. Una lesión de rodilla a los 19 años le alejó del fútbol cuando estaba a punto de fichar por el Real Madrid. Aquel día en San Sebastián, Eduardo recogió la pelota del suelo “y estuvo dos horas de reloj mirando bien qué había pasado, por qué había fallado, analizando la mano, la pelota, el espacio…”. Para el pequeño Mikel fue un “ejemplo fascinante de cómo ver un poco más allá, de no limitarse”.
Así era Chillida, y esta modalidad suya es ejemplo para los jóvenes. “Que sean curiosos -anima el nieto del artista-, que no se limiten a escuchar y den el siguiente paso”. Y para esto, “el arte es valioso”, porque parece que una obra está terminada, pero en realidad “es solo el comienzo de la interpretación del otro”.
Así, “en la obra de Chillida hay un valor tremendo para indagar; si mi abuelo tenía algo era la capacidad de ser curioso, de cuestionárselo todo, de no cejar en el empeño de buscar lo que no se ve”. Por eso, anima a los jóvenes a ser “valientes” y a que generen una capacidad crítica en general; “cuando más indagues, más valiosa va a ser la opinión. Y Chillida es eso”. También es trabajo duro. “No era un bohemio, de esos que están en los bares esperando la inspiración; era un artista al que el arte le pillaba trabajando”. Así, perfila a un hombre metódico, “muy disciplinado”, para quien “el arte se trabaja”.

A la sombra de Pilar

Pero no se podría hablar de Eduardo Chillida sin hacerlo de su esposa, Pilar Belzunce. “Yo con quien de verdad he tenido una relación muy especial ha sido con Pili toda mi vida. Aquí nada hubiera funcionado si no hubiera estado ella”, decía. Su nieto cuenta que una vez, en una entrevista, comentó que trabajaba solo. Pilar le interpeló: “¿Solo?”. “Bueno, cuando digo solo, me refiero a solo contigo”. Así eran.
La pareja se casó en 1950 y tuvieron ocho hijos; Mikel es hijo de Luis, el séptimo. Para él era simplemente su “aitona”; “luego lo empiezas a conocer como artista, lo estudias en el cole, y no estudias al abuelo de los demás”, bromea. Y “todo el comportamiento que tenía en casa era exactamente el que tenía fuera”. Un hombre “muy accesible, que trataba igual al canciller alemán que al quiosquero”.
El 10 de enero de 2024, el artista habría cumplido 100 años. “Lo que me gustaría que se conociera de él, además de su legado material”, es el inmaterial, cuenta para Mundo Cristiano su nieto. “Que se valore su impacto social, esa ética del trabajo, la constancia, la dedicación y el mensaje que promovía con sus obras: la tolerancia y la libertad”. Y recuerda cómo en aquellos años de los 70, en una España tan dividida, “abogó por esos valores y puso el foco en las personas”. En esos tiempos fue cuando Chillida comenzó su conjunto Lugar de encuentros, compuesto por siete esculturas distribuidas a lo largo de toda la geografía española. “Él creó esos lugares de comunión”, de ahí “la importancia de seguir siendo capaces de ir a esos lugares y estar abiertos a los demás”. Para Mikel, mantener este legado “inmaterial, una ética hacia la humanidad” de su abuelo, “es una responsabilidad que no pesa, sino que empuja” hacia adelante.

Recuperar la filosofía y los valores
La Fundación Eduardo Chillida – Pilar Belzunce ha organizado un gran programa de actividades para conmemorar la efeméride de Chillida, entre las que cabría destacar la exposición compuesta por piezas de la Colección Telefónica, que también cumple 100 años de vida. Mireia Massagué, directora de Chillida Leku, sostiene que es la colección “más importante de Chillida después de la del propio museo”.
Otro de los eventos reseñables es el documental que se presentará en el Festival de Cine de San Sebastián sobre la historia del Chillida Leku. Además, habrá exposiciones en la Pontificia Universidad Católica de Chile, en el museo Cristóbal Balenciaga, en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, en el Museo Nacional de Escultura en Valladolid o en el San Diego Museum of Art de Estados Unidos.
Asimismo se organizarán ciclos de música y la Real Sociedad de fútbol se sumará a las celebraciones con un acto de homenaje. “La oportunidad de este centenario -subraya Massagué- está en recuperar la filosofía y los valores del artista”. Entre ellos, su “voluntad de hacer obra pública”, una “implicación que es social, pero para trascender”. De Chillida destaca la directora del museo su profunda religiosidad, pero también su necesidad de ir más allá. Por eso era un hombre que cuestionaba y se cuestionaba. “Él aprende a través de las preguntas”. Y todo esto se refleja en el museo, un lugar en el que “bajan las revoluciones” y que se “convierte en punto de encuentro para hablar de las cosas que nos importan y nos hacen mejores personas”.

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