—El término “vaticanista” tiene cierto glamour. ¿Es tan apasionante como parece o la vida diaria lo deja todo más prosaico?
—Mucho más prosaico. En cualquier caso, reniego un poco del término “vaticanista”. Estamos especializados en las cuestiones relativas al Vaticano y la actividad del Papa, sobre todo, porque vivimos en Roma y tenemos “callo”. Pero me resulta un poco reductivo y, hay quien lo vive o lo mira con un tinte elitista, de “glamour”, que no comparto.
—Si el Papa le concediera una audiencia personal de 15 minutos, ¿qué le diría?
—Creo que primaría mi necesidad de consejo espiritual por encima de cualquier curiosidad periodística o vinculada a la actualidad del momento. Siempre he pensado que si pudiera hablar con el Papa le preguntaría por las cuestiones que cualquiera de nosotros tiene en su interior.
—¿Qué es lo más bonito que ha tenido ocasión de contar como corresponsal?
—Quizá no fue “bonito” como tal, pero sí lo que más me ha marcado. Un brevísimo viaje en 2014 a Erbil, en el Kurdistán iraquí. Breve porque no era aconsejable quedarse mucho tiempo. Habían pasado apenas tres o cuatro meses de la invasión y estallido de persecución del Estado Islámico en Irak contra los cristianos y otras minorías. Todavía recuerdo, como si las hubiera visto ayer, las caras de muchos de los refugiados que nos contaron su historia.
—¿Cuál es el viaje del Papa que más le ha emocionado?
—Quizá dos que no hice. Precisamente el de Irak y el de República Centroafricana, cuando Francisco inauguró en Bangui el Jubileo de la Misericordia. De los que he podido hacer, probablemente el de Fátima, por ser el primero; y el de Congo y Sudán del Sur. Me parecía imprescindible que el Papa hiciera ese viaje.
—Ve problemas y divisiones en la Iglesia, e informa sobre ellos. ¿Cómo se hace para mantener la esperanza, en este Jubileo precisamente dedicado a la esperanza?
—Mira, pues sería una buena pregunta para hacerle al Papa si tuviera esos quince minutos de los que me hablabas. Pienso en que Cristo vino a curar a los enfermos, no a los sanos.
—¿Qué reportaje pendiente le encantaría hacer? (Aparte de otro sobre Tierra Santa…)
—De Tierra Santa, siempre. Me gustaría poder visitar la parroquia de Gaza. Hace unos años hubo un atisbo de posibilidad, pero no se concretó. Me encantaría ir a Siria para contar cómo viven los cristianos allí. ¿Ves? Al final siempre vuelvo a los Santos Lugares. Quizá tendría que mudarme a Jerusalén.
—Con tanto tiempo de experiencia aquí, ¿cómo se ve este Jubileo 2025?
—Personalmente me alegra mucho ver a la gente que peregrina con tanta fe hasta Roma. Creo que a quienes vivimos aquí nos sitúa en dónde estamos. A veces nos acostumbramos a trabajar viendo la plaza de San Pedro, o más bien de espaldas y de cara a una cámara, y no lo apreciamos. Cómo viven los peregrinos sus horas en Roma, nos ayuda.
—Papa Benedicto y Papa Francisco. ¿Qué destaca de cada uno?
—Creo que la mayor virtud del Papa Benedicto es que sabía leer el pensamiento humano y la de del Papa Francisco es que sabe leer el corazón. Corazón y mente se complementan en el conocimiento y en la vivencia de la fe, como se complementan a la perfección las enseñanzas de uno y otro.
Ángeles Conde
Es corresponsal en Roma de la revista Ecclesia, TreceTv, Catalunya Cristiana, W Radio de Colombia…
Nació en Móstoles (Madrid), en 1982. Este año cumplirá veinte años como obrera de la información.
Licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense.
Ha trabajado y colaborado con numerosos medios nacionales e internacionales. Premio Juan Pablo II de Comunicación.
En la red X dice de sí: «Hago de todo en Roma. También he frito croquetas».