“Me ha interpelado ver muy de cerca el consuelo que encuentran algunas personas en la fe”, dice la directora de “Los Domingos”

Entrevista de Alauda Ruiz de Azua con Mundo Cristiano

En el festival de Cine de San Sebastián, la directora Alauda Ruiz de Azua triunfó con una película atípica: Los Domingos, centrada en la conmoción que causa en el entorno familiar la vocación religiosa de una chica de 17 años.

Ruiz de Azua se inició como directora con varios cortometrajes. Con su opera prima como largometraje, Cinco lobitos (2021), triunfó como guionista y directora en los Goya, en el festival de Málaga y fue candidata española a los Oscar. Es autora de la también premiada serie Querer. Los Domingos es su segundo largometraje. Ha explicado a los lectores de Mundo Cristiano cómo se planteó la película.

-¿Qué le mueve a abordar la vocación religiosa de una chica de 17 años?

-Hace muchísimos años, cuando yo tenía pues esos 19 o 20 años (ahora tengo 47 años), yo asistí a una historia similar, en el sentido que era una chica de mi edad, que ingresó en una orden religiosa. Yo no soy una persona creyente, pero eso me generó mucha curiosidad y creo que cierta fascinación, porque era una decisión, muy fuerte que tomar, desde mi perspectiva. Era una orden de clausura.

Esa curiosidad se mantuvo en el tiempo. Muchos años después, yo acababa de rodar Cinco Lobitos y hablando con mis productores, me preguntaron si tenía algún tema que me gustaría explorar. Les comenté este tema y a ellos también les pareció que era muy interesante y me puse a documentarme.

-¿Y qué descubrió?

-Que muchas veces, cuando las chicas anunciaban en la familia su vocación religiosa, que se estaban ya planteando sinceramente ingresar la orden, eso generaba mucho conflicto en la familia. No en todos los casos, pero sí en muchos, había cierto rechazo a la decisión. A mí el universo de la familia siempre me ha interesado mucho, y quise investigar más. Ese fue el germen de esta historia.

Un acercamiento honrado

-¿Cómo fue esa documentación? Porque se ve que ha profundizado en la vida religiosa. No hay frases hechas ni tópicos al uso.

-Con el proceso de documentación estoy siendo muy discreta, por esta cosa como de los magos, de no enseñar todos los trucos… También, más que nada, por respeto a las personas que han colaborado conmigo en el proyecto y que compartieron cosas en la intimidad. Al final todo se reduce a que he hablado con todo tipo de personas en los que podría inspirar los personajes de la película, desde religiosas, a chicas en un proceso de discernimiento vocacional, que hubieran terminado ingresando en la orden o no, familiares, sacerdotes…

Yo he intentado, como persona no creyente, acercarme con mucho rigor al mundo religioso, en el sentido de hacer casi un retrato, con rigor. Yo no tenía ningún interés en falsear hechos, ni en dramatizar nada en exceso, sino en entender cómo eran realmente esos procesos, esas conversaciones.

Supongo que por eso -es una de las cosas de las que estoy más contenta- la gente que ha visto la película y que ha estado en ese tipo de procesos, me está diciendo que la ve como muy rigurosa, muy real.

-¿Cómo ha podido alcanzar el equilibrio de no caer en una película apologética, o en una película simplista o descalificadora?

-Efectivamente, un riesgo era ser dogmático en algún sentido, en el que fuera. Tanto los productores como yo éramos conscientes de que justamente lo que nos interesaba era lo contrario. Cuando hablábamos sobre el tema, nos surgían muchas preguntas y nosotros mismos teníamos un debate interno. Nos parecía que lo interesante era que la película generase una reflexión tanto en uno mismo como con los demás, una posibilidad de conversación con los demás sobre esto que pasaba.

Para ello había que construir la película intentando que el espectador tuviera un margen para sacar sus propias conclusiones. En ese sentido, he intentado entender muy bien a todos los personajes, intentar entender todas las maneras de ver el mundo, que algunas son muy distintas. Y que eso respirase delante de la cámara, pero dejando ese margen para que el espectador pudiera sacar sus propias conclusiones.

-¿Tenía en la mente alguna película como Canción de Cuna, o De Dioses y Hombres?

-Hay dos películas que sí recuerdo haber revisitado y que me dejaron algo en el proceso artístico. Por ejemplo, Ida, que es una película que se construye mucho con la mirada de la religiosa, de cómo esa monja mira al mundo. Y luego Dreyer, Ordet. Yo tenía aquí una cosa que solucionar: a ver cómo planteaba yo el retrato de un personaje como Ainara, que siente una fe muy poderosa, y la fe tiene algo de sobrenatural, no es algo terrenal… Dreyer en ese sentido fue muy inspirador porque creo que él consigue que entiendas a los personajes que tienen fe a través de las emociones que ellos proyectan, aunque luego en el lenguaje él es muy sencillo, muy austero, casi no interviene con la cámara. Eso sí fue inspirador en lo formal, en el sentido de: si yo tengo que entender que Ainara siente esta fe tan poderosa, sobrenatural, ¿cómo lo vuelvo terrenal para que el espectador lo entienda? Pues a través de las emociones.

Esta película, ¿le ha interpelado en lo personal? Porque dice que no tiene fe.

-Bueno, sí. Una de las preguntas -que además está en la película- es que me parece difícil saber hasta qué punto es fe o es llenar un vacío de otro tipo a veces. Me ha interpelado ver muy de cerca el consuelo que encuentran algunas personas en esa vida contemplativa o en la fe. Lo que pasa es que es un consuelo que es muy difícil de entender para alguien que no es creyente.

Un personaje

-¿Con quién se identifica más de los personajes? ¿Con la tía, hostil a la vocación religiosa de la sobrina, o con el padre?

-Para mí ha sido más fácil escribir el personaje de la tía porque no soy una persona creyente y tengo educación laica. Pero, en realidad, fíjate que creo que me voy más hacia Pablo, hacia el marido de la tía.

Porque me parece que él también, siendo de la parte digamos no creyente de la familia, hace un intento por intentar entenderla a ella, acercarse a ella desde el afecto, incluso el sentido del humor, de intentar entender lo que ella siente, sin romper el vínculo afectivo, sin que ella se sienta juzgada. Y creo que quizás me encontraría más ahí. Aunque es verdad que los personajes que seguramente me han resultado más sencillos de escribir han sido el de Maite, el de Pablo, el de ese lado de la familia.

En todo caso, tuve que hacer mi investigación, pero intenté tratar con la misma intensidad a todos los personajes.

-La actriz que interpreta a Ainara es Blanca Soroa, que es la primera vez que actúa en pantalla. ¿Cómo ha podido encontrar una chica que exprese tan bien esos sentimientos?

-es verdad que era la primera película que hacía. Venía con todas las ganas y con toda la frescura. Nosotros descubrimos que la manera de hacer este personaje que tiene esta fe y de que esto resultara creíble era trabajar las emociones, porque al final eso es como la gente que tiene fe, en cómo la traduce o la transmite. Te la comunica a través de la emoción. Hicimos mucho trabajo de trabajar las emociones.

Blanca canta en un coro, tiene una sensibilidad artística, musical, muy bonita. Me parece que de alguna manera eso también ayudaba, porque estaba muy conectada en lo emocional.

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