Las órdenes militares nacieron en la España medieval para colaborar, y ser protagonistas en muchos casos, de la Reconquista. Aún quedan por toda la geografía algunos de los castillos que usaron como bastiones defensivos, pero también como enclaves de bonanza económica.
En la Edad Media, las órdenes militares, nacidas para defender la sociedad y sus valores en un contexto de crecimiento social y de Reconquista tras la Primera Cruzada, diseñaron una red de castillos, condicionados por el territorio, que fueron reductos defensivos, puntos de acuartelamiento o avituallamiento de ejércitos en campaña, puestos estratégicos en las ofensivas militares… Entre las grandes órdenes de ámbito internacional destacan la de San Juan de Dios y el Temple, cuya presencia en España data del siglo XII.
En las órdenes hispánicas de filiación cisterciense está la Orden de Calatrava, que fue la primera orden militar española, fundada por monjes y cuya sede originaria fue el castillo de Calatrava la Vieja (Ciudad Real); la Orden de Alcántara, con un protagonismo especial en el reino de León, donde nació a mediados del siglo XII.
Junto a estas, destaca la Orden de Santiago, con un activo protagonismo político, que llegó a acumular más de 170 bienes. Un estudio de la Universidad Autónoma de Madrid liderado por el catedrático de Historia Medieval Carlos de Ayala subraya su también “extraordinario potencial económico” junto a “ilimitadas posibilidades de actuación en el entramado social de la monarquía castellano-leonesa”. La Orden de Santiago se creó en el año 1170 en Cáceres por un grupo de trece caballeros que formaron una cofradía para defender la ciudad. También destaca la Orden de Malta, la más antigua, a la cual ya en 1113 doña Urraca les dona la aldea de Paradinas, en Segovia, y algunas órdenes menores. Igualmente destacable es la Orden del Santo Sepulcro, de difícil clasificación tipológica debido a su debatido carácter militar o estrictamente religioso y hospitalario.
Según estudios de la Asociación Española de Amigos de los Castillos, no se puede afirmar que haya una arquitectura propia de las órdenes militares, si bien es cierto que la Orden del Temple tiene cierta uniformidad: recintos internos, patio, dormitorio, refectorio, cocina, depósito de agua y de armas y una gran torre.
Sí se puede afirmar que en todas las fortificaciones de órdenes militares se concedía gran importancia al aspecto religioso. Por eso en todos los castillos hay capilla, en la mayoría iglesia, y normalmente bajo alguna advocación de la Virgen. En ocasiones, esta capilla ha sido lo único que sobrevivió a la destrucción de estos castillos, abandonados en su mayoría a partir del siglo XVI.
Para el turismo
En España son numerosas las fortificaciones reconstruidas que pertenecieron en su día a órdenes militares, como los castillos de Calatrava la Vieja, Calatrava la Nueva y el de Doña Berenguela, de la Orden de Calatrava (los tres, en Ciudad Real); o el de los templarios de Ponferrada, que forma parte de la ruta del Temple (Monzón, Lérida, Miravet, Tortosa y Peñíscola).
También pertenecientes a la Corona de Aragón son los castillos que conforman la ruta de Teruel. Entre ellos, destaca el de Alcañiz, que perteneció a la Orden de Calatrava y es de los mejor conservados. Fue Alfonso II el que les cedió la plaza como recompensa a sus servicios en la Reconquista. Actualmente parador nacional, el edificio aún mantiene la capilla y la torre del homenaje, de finales del siglo XII y principios del XIII. Cabe destacar las pinturas góticas que se conservan en el atrio del templo, de la primera mitad del siglo XIV, que constituyen uno de los conjuntos de pintura mural más significativos de Aragón. También mantiene un gran claustro del siglo XIV y una pequeña muralla que fue reformada en el siglo XIX.

Merece también una visita el castillo de Peñarroya (Argamasilla de Alba, Ciudad Real) que, tras su origen como fuerte musulmán (en su exterior se ha encontrado recientemente una necrópolis de rito islámico), pasó a manos de la Orden de San Juan (o de Malta, hermanos hospitalarios). La edificación es un ejemplo de cómo se aprovecharon las defensas naturales, con un acantilado en los lados sur y oeste, y un doble recinto amurallado en la cara norte. Completaba el conjunto la ermita santuario de la Virgen de Peñarroya, capilla original del castillo en honor a la imagen de una Virgen que se encontró tras la toma de la fortificación por las órdenes cristianas.
De la Orden de Alcántara encontramos un modelo en el Castillo de Peñafiel (Valladolid), que comenzó a levantarse en el siglo X y fue declarado monumento nacional en 1917. Actualmente se encuentra ubicado en su patio sur el Museo Provincial del Vino. Su localización lo convirtió en punto fundamental de la línea defensiva del Duero. El castillo es peculiar porque tiene 210 metros de largo por tan solo 20 de ancho. En su centro se encuentra la torre del homenaje, de 34 metros de altura, con patios a ambos lados: el norte, con los almacenes y el aljibes, y el sur, para las caballerizas y guarniciones.
De igual modo, mención destacada merece el castillo monasterio de Uclés (Cuenca), de la Orden de Santiago, monumento nacional, y que alberga la tumba del poeta Jorge Manrique. Fortaleza del siglo IX, fue usada por la Orden como prisión de reos árabes. De su estructura original apenas queda nada; a principios del siglo XVI, Carlos I mandó construir en él el actual monasterio. De los documentos escritos se sabe que el castillo tenía al menos siete torres, de las que quedan en pie cuatro. La Orden de Santiago tuvo que abandonar el edificio con las desamortizaciones del siglo XIX, y en 1874 pasa a ser propiedad del obispado de Cuenca. Tras la guerra civil, y hasta 2012, fue seminario menor. En la actualidad, el monasterio es una apuesta cultural de experiencias artísticas.